El hallazgo de un fósil identifica una Edad prehistórica

Son restos de un mamífero descubiertos en San Pedro, a 170 km de Buenos Aires. El descubrimiento fue realizado por el Museo Paleontológico “Fray Manuel de Torres”.


 El conjunto de fragmentos fosilizados afloraba entre las “toscas” de una capa de sedimentos que había quedado expuesta por la pala de la excavadora en una vieja cantera. El andar del equipo del Museo Paleontológico de San Pedro se detuvo ante ese fósil que buscaba escapar de una destrucción asegurada.

 Una vez recuperadas, las piezas se depositaron en el laboratorio del Museo donde se les realizó la limpieza y protección correspondiente. Al observarlas, se comprobó que se estaba en presencia de un ejemplar de Mesotherium cristatum, un mamífero de “aspecto similar” a los carpinchos actuales.

EL LUGAR

 El Paraje “La Buena Moza”, sitio donde se descubrió el fósil, está ubicado a pocos kilómetros de San Pedro, en el norte de la Provincia de Buenos Aires, a unos 170 km de la Capital argentina. Este pueblo de predominante actividad agropecuaria está rodeado de caminos rurales que periódicamente son acondicionados con la “tosca” extraída de canteras cercanas. De una de esas canteras, y de una capa ubicada a unos 10 m de profundidad, proviene el fósil recuperado.

LAS PIEZAS HALLADAS

 Dentro de las piezas descubiertas se encuentran la base del cráneo con la dentición completa y fragmentos de su parte anterior, una escápula fragmentada, el extremo proximal de una tibia y un fragmento de uno de los fémures.

El fragmento de tibia reveló que el ejemplar descubierto estaba, aún, en la etapa juvenil ya que una de sus epífisis (los extremos del hueso) no estaba bien unida a la tibia y no se conservó. Una característica general de los animales en su etapa de desarrollo es que al estar en crecimiento los extremos de sus huesos todavía son cartilaginosos y si el ejemplar muere (como en este caso) ese extremo (o epífisis) se desprende y no se fosiliza.

CARACTERÍSTICAS DEL MESOTERIO

 La apariencia de estos animales presentaba cierta similitud con los carpinchos actuales, aunque no estaban emparentados.

 Sus patas, cuyos dedos poseían pezuñas, permiten suponer que habrían sido utilizadas para remover tubérculos y raíces de las cuales se alimentaba.

 Aunque se desconoce si llevaba vida solitaria o vivía en grupos, algunos investigadores lo señalan como posible habitante de ambientes lacustres.

UN FOSIL CON HISTORIA

 El Dr. Eduardo Tonni, Jefe del Departamento Paleontología de Vertebrados del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, Investigador del CONICET y colaborador del Museo de San Pedro, destaca la historia del fósil descubierto señalando: “Este mamífero fósil fue primeramente mencionado, como “Typotherium”, por el geólogo francés Auguste Bravard en 1857, quien halló numerosos restos en las “toscas del río de La Plata” que quedan expuestas durante las mareas bajas en los alrededores de la ciudad de Buenos Aires.  Posteriormente, en 1882,  el químico, zoólogo y geólogo alemán Adolf Doering, integrado a la Academia Nacional de Ciencias en Córdoba, a instancias del presidente Sarmiento, utilizó a Mesotherium (aún denominado “Typotherium”)  como fósil característico del “pampeano inferior”.

 Es el naturalista argentino Florentino Ameghino quien, fundamentalmente a partir de 1889, caracteriza al “pampeano inferior” o Ensenadense por la presencia de Mesotherium, al que considera un fósil “exclusivo” de esos niveles. El criterio de Ameghino perdura hasta nuestros días.”  

VALOR DEL HALLAZGO

 Desde el Grupo Conservacionista de Fósiles, equipo del Museo Paleontológico de San Pedro, se indica el valor de este hallazgo informando que: “Debido a que estos llamativos animales habitaron exclusivamente durante la edad geológica denominada “Ensenadense”, la sola presencia de sus restos en un sedimento sirve para conocer la antigüedad de los mismos.

 La Edad Ensenadense está incluida dentro de la Época Pleistoceno y transcurrió entre unos 500.000 y 1.800.000 años atrás y sólo en ese lapso vivió el Mesotherium cristatum.

 A los fósiles con esta característica se los denomina “indicadores bioestratigráficos” ya que son formas de vida cuyos restos fosilizados permiten establecer la precisa antigüedad de las rocas que los contienen debido a que vivieron en un rango temporal acotado.

 El fósil hallado en San Pedro permitirá confirmar la ubicación de las capas de la Edad Ensenadense en el norte de la provincia de Buenos Aires y aportar un nuevo dato al perfil geológico estratigráfico de la región para futuras investigaciones paleontológicas.”

El fósil más pequeño del Museo

Un descubrimiento sorprendente del Grupo Conservacionista de Fósiles

El equipo del Museo Paleontológico de San Pedro acaba de encontrar uno de los restos fósiles más pequeños que hayan aparecido en la zona.
Se trata de piezas óseas de un roedor de unos 20 cm. de longitud denominado Ctenomys.
Los restos, provenientes de una capa sedimentaria fechada en unos 30.000 años, comprenden una serie de vértebras dorsales, vértebras caudales, falages de las manos, un incisivo y algunas garras.

 A opinión del Dr. Eduardo Tonni, Jefe de Paleontología de Vertebrados del Museo de Ciencias Naturales de La Plata y asesor del Museo Paleontológico de San Pedro, “los roedores octodóntidos (aquéllos que generalmente presentan dientes en forma de ocho),  están representados en la fauna moderna de América del Sur por un solo género, Ctenomys, un roedor de hábitos cavadores conocido vulgarmente  como “Tuco-tuco”.
El Tuco-tuco es el género de roedores subterráneos más variado de todo el mundo, ya que se conocen alrededor de 60 especies distintas.  Los Tuco-tucos están actualmente distribuidos en una gran área de América del Sur, desde los 15° de latitud sur hasta los 55° de latitud sur, en Tierra del Fuego.  Habitan en su mayoría en suelos sueltos y bien drenados, dentro de una amplia variedad de ambientes  con vegetación variable, aunque con predominio de zonas abiertas.
Los fósiles más antiguos del género han sido registrados en los sedimentos del Plioceno (alrededor de 3 millones de años) en la región costera de Mar del Plata y Chapadmalal, así como en el noroeste de la Argentina, en la Quebrada de Humahuaca. Para el Pleistoceno (los últimos 2 millones y medio de años)  se han descripto cerca de 12 especies fósiles,  para la Argentina, Uruguay y Bolivia.”

 Desde el Museo observan que los restos hallados ahora en San Pedro fueron descubiertos en una de las recorridas del grupo por las canteras de la zona y visualizados luego de un minucioso rastrillaje del terreno en busca de fósiles de pequeño tamaño.

 Las piezas provienen de finales del Pleistoceno y serán estudiadas para tratar de determinar la especie a la que pertenecen.

Descubren un grupo fosilizado de cuatro armadillos gigantes

Fueron hallados en San Pedro, a 170 km. de Buenos Aires.

Los fósiles estaban agrupados en una capa sedimentaria depositada hace unos 750.000 años.

UN HALLAZGO MUY ESPECIAL: sus características

La pala de la retroexcavadora cortó la tosca, cargó su pesada carga y la depositó a pocos metros. Desde la cabina, el ojo entrenado de Fausto Capre, maquinista de la Empresa “Tosquera San Pedro”, propiedad de la familia Iglesias, observó algo inusual.  Al acercarse vio algunos fragmentos blancos y negros que delataban la presencia del fósil.

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 El joven Capre no tardó en llamar al Grupo Conservacionista de Fósiles, equipo del Museo Paleontológico de San Pedro.

Una vez en el lugar, el grupo halló partes de corazas, algunas vértebras rotas y varios tubos caudales de armadillos gigantes removidos de una capa de suelo de más de 750.000 años de antigüedad. Pero la gran sorpresa estaba en un enorme trozo de tosca separado por la máquina que contenía fémures de diferentes individuos y un ejemplar muy completo de estos extintos mamíferos.

Tres días de trabajo demandó el acondicionamiento del bochón de tosca para poder subirlo a la camioneta y transportarlo hasta el Museo.

La preciada roca develó la presencia, en su interior, de muchos restos de Neosclerocalyptus ornatus, un mamífero acorazado del grupo de los gliptodontes (armadillos gigantes de caparazón rígido) cuya masa corporal rondaba los 250 kg.

Estos pesados animales poseían su cuerpo envuelto en una coraza de unos 2 cm de espesor, desde la cabeza hasta la punta de la cola. Sus manos, terminadas en fuertes uñas, estaban capacitadas para escarbar en busca de raíces y tubérculos, los cuales formaban parte de su dieta herbívora. Neosclerocalyptus fue un habitante de los típicos espacios abiertos de la llanura pampeana durante gran parte del Pleistoceno inferior y medio, áreas cubiertas por pastizales similares a los de la gran sabana africana actual.

 

OPINIONES TÉCNICAS 

Según el Dr. Eduardo Tonni, Jefe División Paleontología de Vertebrados del Museo de Ciencias Naturales de La Plata y asesor del Museo Paleontológico de San Pedro, “la llanura pampeana de aquel entonces se desarrollaba bajo condiciones predominantemente áridas a semiáridas, con pastizales de tipo estepario, las cuales dejaban al descubierto partes del suelo. Justamente, las especies de Neosclerocalyptus que se suceden en el tiempo, muestran una creciente adaptación a los ambientes áridos que llega a su máxima expresión en la especie Neosclerocalyptus paskoensis que vivió durante el Pleistoceno superior y el Holoceno inferior (entre 125 mil y 8 mil años antes del presente)”.

El Dr. Alfredo E. Zurita, Investigador del CONICET, del Centro de Ecología Aplicada del Litoral y de la Universidad Nacional del Nordeste, se especializa desde hace tiempo en el estudio de estos grandes armadillos fósiles y será el encargado de estudiar este inusual hallazgo.

Coincidiendo con Tonni opina que “una de las adaptaciones más impresionantes de este tipo de armadillos fósiles es el progresivo aumento de los senos fronto-nasales (zonas aledañas al hocico del animal), que llegan a alcanzar un tamaño llamativo en las especies del Pleistoceno tardío. Esto ha sido interpretado como una adaptación a los climas fríos y áridos bajo los cuales se desarrollaron estos animales. Se ha hipotetizado que estos senos podrían haber servido para “calentar” el aire que respiraban o bien para filtrar el polvo del ambiente, aunque nadie sabe a ciencia cierta su función.”

 José Luis Aguilar, fundador del Museo Paleontológico de San Pedro y coordinador del Grupo Conservacionista de Fósiles comenta que “este hallazgo en San Pedro genera sorpresa por tratarse de cuatro individuos que murieron juntos, posibilitando diferentes interpretaciones. Permite inferir que vivieran en comunidades y que el lugar fuera una trampa natural que terminó atrapando a este grupo, tal vez parte de una manada, que transitaba por el lugar.

 Entre las piezas halladas hay vértebras, fragmentos de corazas, pezuñas, ramas mandibulares, etc. De los cuatro ejemplares, uno es el que se conservó muy completo. Posee casi la totalidad de la coraza, el cráneo con su casquete cefálico y otras partes del cuerpo. Un detalle importante es que se conservaron, además, los cuatro tubos caudales acorazados que formaban las colas de estos curiosos animales. Entre ellos se aprecian ligeras diferencias de tamaño, principalmente en el grosor de uno de ellos, que podrían delatar diferencias de edades entre los miembros de este grupo.”

Tanto las piezas sueltas como el ejemplar más completo están siendo acondicionados por el personal del Museo Paleontológico de San Pedro para su posterior exhibición al público en una de las salas de la institución una vez terminado el análisis de los 4 ejemplares.

Descubren los restos fósiles más antiguos de Sudamérica del antecesor de los caballos actuales

Los caballos: breve historia

La historia evolutiva de los caballos que hoy conocemos comenzó hace unos 50 millones de años con la aparición de un pequeño animal llamado hiracoterio. Del tamaño de un perro mediano, este herbívoro fue el primer eslabón de una cadena de cambios producidos a lo largo de millones de años hasta llegar a los caballos actuales, a los cuales se los denomina con el nombre genérico Equus.

La familia de los équidos, de la que forman parte los caballos actuales y sus ancestros, tuvo su época de gloria durante la prehistoria de América del Norte, donde se diversificó en varias especies hasta emprender, hace unos 3 millones de años, el viaje hacia América del Sur a través del recién formado istmo de Panamá.

El registro fósil nos muestra que en América del Sur habitaron dos clases de caballos, que se incluyen en los géneros Hippidion y Equus. A lo largo de su evolución, los integrantes del género Hippidion llegaron hasta el extremo más austral de la Patagonia, en la región de Magallanes –Chile–, mientras que Equus sólo logró llegar hasta los territorios de la actual región pampeana de la Argentina y buena parte de Uruguay.

Hasta hoy, los especialistas en fósiles del Cuaternario sabían que los caballos del género Equus habían arribado a esta zona hace más de 100.000 años, durante la denominada edad Lujanense, y que se extinguieron en Sudamérica, al igual que los del género Hippidion, hace unos 8.000 años atrás, a comienzos del Holoceno. Fue por eso que durante varios milenios América del Sur se quedó sin estos animales. Luego, en nuestra época, fueron reinsertados por los colonizadores españoles que los trajeron del continente europeo, donde nunca habían desaparecido.

Esto es lo que se sabía hasta hoy, pero parte de esta historia cambiará a partir de un reciente hallazgo paleontológico realizado en San Pedro.

El descubrimiento

Personal del Museo Paleontológico de San Pedro ha realizado un descubrimiento que cambiará la historia evolutiva de estos animales: se acaban de hallar molares de un caballo fósil del género Equus en sedimentos depositados hace unos 500.000 años, a comienzos de la llamada Edad Bonaerense, que son 400.000 años más antiguos que los ejemplares de ese género conocidos hasta hoy en la región pampeana. Esto obliga a replantear los estudios sobre estos animales, ya que demuestra que en realidad arribaron a esta zona de Argentina muchos miles de años antes de lo que se suponía.

Al mismo tiempo, el fósil de San Pedro pasa a ser, según la opinión del Dr. Eduardo Tonni, paleontólogo del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, el ejemplar del género Equus más antiguo de Sudamérica debido a que su procedencia estratigráfica está bien clara y su edad puede ser determinada con bastante exactitud. Algo que no sucede con otros fósiles hallados anteriormente en Tarija, Bolivia, cuya capa de procedencia es dudosa y, por lo tanto, su antigüedad es discutible.

Las piezas encontradas son dos molares, lado izquierdo y derecho, de la mandíbula inferior de un caballo del cual se desconoce si corresponde a alguna de las especies conocidas o es, por su antigüedad, una totalmente nueva. A opinión del director del Museo Paleontológico de San Pedro, José Luis Aguilar, esto podría ser posible ya que “a este ejemplar lo separa una gran brecha temporal de los demás fósiles del género Equus conocidos.”

La identificación del fósil

El equipo del Museo Paleontológico de San Pedro no tardó en identificar los molares hallados como pertenecientes al género Equus. Sin embargo, a sabiendas de la importancia paleontológica que cobraría el hallazgo, decidieron consultar las opiniones de especialistas en esta clase de mamíferos.

Las conexiones efectuadas desde el Museo de San Pedro llevaron a entablar relación con los máximos estudiosos de los caballos fósiles sudamericanos. Por un lado, con el Dr. José Luis Prado, paleontólogo que se desempeña como decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad del Centro, en Olavarría, y por otro con el Dr. Eduardo Tonni, jefe de equipo del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, experto conocedor de la fauna fósil de la llanura pampeana y asesor permanente del Museo Paleontológico de San Pedro.

Los dos científicos confirmaron que las piezas dentales correspondieron, efectivamente, a un ejemplar del género Equus, que, para las especies sudamericanas, se incluyen en un subgénero al que se denomina Amerhippus (caballo de América).

Sin embargo, no disimularon su asombro cuando desde el Museo Paleontológico de San Pedro se les comentó acerca de la antigüedad del sedimento donde fueron halladas, que rondaría los 500.000 años.

La historia evolutiva de estos caballos, sus cambios morfológicos a lo largo del tiempo y los movimientos que realizaron en el continente sudamericano están documentados a través de numerosos fósiles hallados en diferentes lugares.

Un hallazgo como éste viene a cambiar gran parte de los conocimientos adquiridos hasta hoy sobre un animal tan relacionado con el hombre.

Determinando la antigüedad del material descubierto

Para calcular la edad del sedimento portador del fósil, el personal del Museo de San Pedro se valió de un descubrimiento anterior realizado en el mismo lugar. En ese sitio aparecieron, hace un tiempo, restos de dos tipos de ciervos extinguidos que coexistieron únicamente durante la edad Bonaerense. Estos ciervos, que se incluyen en los géneros denominados Antifer y Morenelaphus, cohabitaron la región pampeana únicamente durante el mencionado lapso de tiempo. Por lo tanto, al confirmarse que se trataba de estos animales quedó inmediatamente definida la antigüedad de los molares del caballo fósil hallados en San Pedro, ya que se encontraron a escasos metros y en la misma capa de suelo que los restos de ciervos, es decir, en la correspondiente a los comienzos de la edad Bonaerense.

En la identificación de los restos de los ciervos fósiles participó la Lic. Alejandra Alcaráz, única especialista en el país que se halla efectuando una revisión completa de este tipo de mamíferos.

Importancia del descubrimiento

Los restos de caballos fósiles sudamericanos del género Equus conocidos hasta ahora, en esta región del país, provienen, en su mayoría, de la edad Lujanense, que transcurrió desde unos 130.000 años hasta unos 8.000 años atrás. Es decir que, de acuerdo a este registro, estos caballos habían llegado a esta zona durante ese lapso de tiempo.

Los molares descubiertos por el Museo Paleontológico de San Pedro vienen a cambiar radicalmente esta historia, ya que se hallaron en un sedimento muchísimo más antiguo, que se formó hace unos 500.000 años durante la edad Bonaerense y abren la posibilidad de encontrarnos ante el descubrimiento de una nueva especie.

Tanta diferencia entre lo conocido hasta hoy y lo descubierto ahora en San Pedro obliga a los especialistas abocados al estudio de los caballos fósiles a efectuar una revisión de su ingreso a América del Sur y replantear la diversidad de especies dentro del género Equus.

Lugar del hallazgo

Los molares fueron recuperados en una capa de color verde grisáceo que conforma el piso de la Reserva Paleontológica “Campo Spósito”, en el Bajo del Tala, partido de San Pedro.

En este lugar, declarado de Interés Municipal y protegido como yacimiento paleontológico, ya se han recuperado unos diez géneros de mamíferos fósiles que habitaron durante los comienzos de la edad Bonaerense. Los restos de estos fósiles se hallaron en una capa de sedimentos de color verdoso que se formó hace medio millón de años y fue el lecho de un antiguo río hasta que, hace un tiempo, unas excavadoras que trabajaban allí retiraron, sin saberlo, los sedimentos que lo cubrían. Más tarde, los ojos del personal del Museo Paleontológico dieron con un fantástico depósito de piezas fósiles. Este lugar es, sin dudas, una verdadera caja de sorpresas.

En este caso, la erosión producida por las lluvias dejó expuesto un molar que se confundía con las rocas del lugar. En recorrida por el sitio, propiedad de la firma arenera Spósito S.A., se detectó la pieza y comenzaron los trabajos.

A poco de iniciada la excavación en el sitio apareció la segunda pieza dental del caballo fósil.

Los trabajos en el punto del hallazgo continuarán en los próximos días en busca de más piezas del ejemplar que sumen datos a la investigación con el fin de determinar si se trata de una especie desconocida.

Un calentamiento global ocurrido hace medio millón de años

Por Dr. Ricardo Pasquali

Universidad de Buenos Aires

Colaborador del Museo Paleontológico de San Pedro

La capa de sedimentos verdosos en la que se hallaron las muelas del caballo, además de otros numerosos restos fósiles, forman parte de lo que Florentino Ameghino denominó “belgranense continental”. Los sedimentos que lo componen son de origen lagunar y se observan a lo largo de las barrancas del Paraná. Esta capa se formó a partir de un avance de las aguas sobre las zonas continentales como consecuencia de un calentamiento global que ocurrió hace unos 500.000 años, en el inicio de la edad Bonaerense.

Más al sur, también como consecuencia del aumento del nivel del mar, se produjo el avance de aguas oceánicas, las que, al retirarse en épocas menos cálidas, dejaron un depósito con abundantes caparazones de caracoles marinos Este depósito había sido descrito por primera vez en 1857 por el ingeniero en minas francés Auguste Bravard después de haber realizado un estudio sobre una pequeña loma ubicada en el actual barrio de Belgrano de la ciudad de Buenos Aires, donde afloraba con un espesor de 6 metros. Ameghino denominó a esta capa “belgranense marino”.

En San Pedro y sus alrededores, esta capa verdosa es un rico yacimiento paleontológico y, además, gracias a su color distinto al de los demás sedimentos que se observan en el lugar, permite identificar rápidamente a las capas depositadas durante la finalización de la edad Ensenadense, que se encuentran debajo, y el comienzo de la edad Bonaerense, que se encuentra por encima.

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