Hallazgo en la Reserva Paleontológica “Campo Spósito”

La última expedición del Museo Paleontológico relevando la reserva de fósiles ubicada en el campo de la familia Spósito arrojó un interesante resultado.

Entre los sedimentos arcillosos de color verde grisáceo que conforman una capa de unos 70 cm de espesor, se halló el húmero casi completo de un Toxodonte (Toxodon platensis, según su nombre científico).

El fósil descubierto es una maciza pieza de 35 cm de longitud, unos 21 cm en su ancho máximo y un peso de unos 5 kg.

Ubicación del fósil en el cuerpo del animal:

La excavación, en la que se extrajeron otros fósiles que aún restan identificar, demandó una tarde completa y estuvo a cargo de Luciana Petrelli, los hermanos Juan José y Luis Dzickiewicz, Fernando Chiodini, José Ignacio Verdón y José Luis y Felipe Aguilar; todos integrantes del Grupo Conservacionista de Fósiles.

Características del animal:

Toxodon era un mamífero ungulado (con pezuñas) de aspecto similar a un rinoceronte actual, endémico de América del Sur. Se lo considera un animal pesado, caminador y predominantemente pastador.

Es posible que haya preferido ambientes abiertos en proximidades de cuerpos de agua. De hecho, parte de las evidencias fósiles rescatadas en el partido de San Pedro fueron extraídas en sedimentos asociados a antiguos humedales, como el caso del húmero hallado recientemente.

El género Toxodon logró su máximo desarrollo durante las edades Ensenadense y Lujanense, en el Pleistoceno superior, a través de las especies T. ensenadensis y T. platensis respectivamente.

La reconstrucción de su esqueleto ha permitido sugerir que medía unos 3 metros de largo, con una altura que habría rondado entre 1,70 m y 1,80 metros de altura.

La pieza pesa unos 5 kg y es extremadamente maciza.

Su boca poseía dientes enormes que le permitían arrancar grandes cantidades de vegetales; algunos de esos dientes llegaban a medir hasta 25 cm de largo.

Su cabeza era soportada por un cráneo que alcanzaba los 80 cm de longitud y sus extremidades estaban preparadas para aguantar un peso corporal que superaba la tonelada (+1000 kg).

Desde el descubrimiento del lugar, los hallazgos de fósiles de Toxodon en la Reserva Paleontológica han sido muy frecuentes, detalle que permite suponer que estos enormes herbívoros eran muy numerosos en aquel ecosistema prehistórico que se hallaba presente en el Bajo del Tala durante el Pleistoceno medio.

Una pelvis prehistórica

Fue descubierta en San Pedro, a 8 Km. del casco urbano

Un pequeño fragmento de hueso fosilizado afloraba de los sedimentos del antiguo lecho de río que hace miles de años corrió por Campo Spósito, un lugar ubicado en la zona llamada “Bajo del Tala, en las afueras de San Pedro.

A pesar de estar semi oculto por las gramillas y las rocas fue advertido por las miradas inquisidoras del Grupo Conservacionista de Fósiles, equipo del Museo Paleontológico de San Pedro.

De inmediato la búsqueda se transformó en extracción, se desempacaron las herramientas y, poco a poco, comenzó a liberarse el fósil de la tierra que lo cubría. El asombro aumentó al verse que la pequeña pista era, en realidad, una pelvis de gran tamaño que superaba los 70 cm de ancho con algo más de 50 cm de altura.

Una detenida revisión de la pieza, luego de quedar expuesta, reveló que presentaba numerosas fracturas producidas por la erosión sufrida durante su fosilización. Debido a la fragilidad que presentaba se recurrió a la técnica de enyesado que consiste en recubrir el fósil con mallas de algodón embebidas en yeso líquido que al solidificarse forman una dura coraza que permite transportar el material hasta el lugar de restauración. De esta forma la pelvis llegó al Museo Paleontológico “Fray Manuel de Torres” luego de atravesar los 8 km que lo separan del lugar del descubrimiento.

Luego del sellado de grietas, reparación de fracturas y el endurecimiento general con masilla plástica del valioso fósil se realizaron las comparaciones y análisis de rutina para tratar de establecer a qué extinto animal había pertenecido el gran hueso.

La gran pelvis descubierta en Campo Spósito

El equipo del Museo encaminó su atención a un animal de talla y aspecto similares a los de un camello actual, un mamífero autóctono de la llanura pampeana prehistórica que no dejó descendientes luego de desaparecer a principios del Holoceno. Perteneciente al Orden Litopterna (que significa «tobillos simples», ya que a su descubridor le parecieron más sencillos que los de los caballos con quienes los comparó) poseía un cráneo que, por la posición de las fosas nasales, indicaría que tenía una pequeña trompa o prolongación muscular que le habría permitido aferrar los pastos de los que se alimentaba.

Macrauchenia patachonica, tal el nombre científico de este animal, habitó el continente sudamericano en espacios abiertos, con vegetación de sabana. Sus patas poseían tres dedos en cada pie al igual que los tapires actuales. Su cuello era alargado y los huesos de su esqueleto indican que era más robusto y corpulento que un caballo. Los últimos ejemplares de esta curiosa especie se extinguieron tiempo después que el hombre comenzara a poblar el continente sudamericano.

Esta mezcla de camello, caballo y tapir fue uno de los géneros de mamíferos más curioso y característico que habitó la región en los últimos dos millones de años.

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Encuentran restos de un animal similar a un camello de 10 mil años de antigüedad

Julio Simonini, Ricardo Pasquali y José Luis Aguilar analizando las piezas.

La última campaña de prospección realizada días atrás por el Grupo Conservacionista de Fósiles en el yacimiento arrojó como resultado el hallazgo y recuperación de las dos ramas mandibulares de un animal llamado Macrauchenia, un herbívoro autóctono de Sudamérica que habitó durante gran parte del Pleistoceno y se extinguió hace unos 8.000 a 10.000 años atrás, aproximadamente. Macrauchenia, de apariencia similar a un camello actual, fue uno de los mamíferos más llamativos de los últimos 2 millones de años debido a la particular forma de su boca que terminaba con una prolongación del labio superior en forma de pequeña “trompa”. Este labio prensil era una adaptación evolutiva que le permitía arrancar con suma facilidad las hierbas de las cuales se alimentaba, otorgándole una extraña apariencia al rostro de este animal.

Este género no dejó representantes y se extinguió para siempre poco tiempo después que el hombre comenzara a colonizar el continente sudamericano. En algunos sitios arqueológicos, como en Arroyo Seco, se han hallado restos de Macrauchenia con signos de haber sido utilizados por los humanos como fuente de alimento.

Macrauchenia

El hallazgo de las piezas óseas fue realizado en uno de los laterales de la Reserva, contra la pared de barrancas que bordea el lugar, y fue necesaria una tarde de cuidadosos trabajos para poder retirar elsedimento que las cubría sin dañar a los valiosos fósiles.
El reciente descubrimiento de las mandíbulas fosilizadas de una Macrauchenia en Campo Spósito es un hecho significativo debido a que es el primer registro de estos animales en ese yacimiento.

Descubren los restos fósiles más antiguos de Sudamérica del antecesor de los caballos actuales

Los caballos: breve historia

La historia evolutiva de los caballos que hoy conocemos comenzó hace unos 50 millones de años con la aparición de un pequeño animal llamado hiracoterio. Del tamaño de un perro mediano, este herbívoro fue el primer eslabón de una cadena de cambios producidos a lo largo de millones de años hasta llegar a los caballos actuales, a los cuales se los denomina con el nombre genérico Equus.

La familia de los équidos, de la que forman parte los caballos actuales y sus ancestros, tuvo su época de gloria durante la prehistoria de América del Norte, donde se diversificó en varias especies hasta emprender, hace unos 3 millones de años, el viaje hacia América del Sur a través del recién formado istmo de Panamá.

El registro fósil nos muestra que en América del Sur habitaron dos clases de caballos, que se incluyen en los géneros Hippidion y Equus. A lo largo de su evolución, los integrantes del género Hippidion llegaron hasta el extremo más austral de la Patagonia, en la región de Magallanes –Chile–, mientras que Equus sólo logró llegar hasta los territorios de la actual región pampeana de la Argentina y buena parte de Uruguay.

Hasta hoy, los especialistas en fósiles del Cuaternario sabían que los caballos del género Equus habían arribado a esta zona hace más de 100.000 años, durante la denominada edad Lujanense, y que se extinguieron en Sudamérica, al igual que los del género Hippidion, hace unos 8.000 años atrás, a comienzos del Holoceno. Fue por eso que durante varios milenios América del Sur se quedó sin estos animales. Luego, en nuestra época, fueron reinsertados por los colonizadores españoles que los trajeron del continente europeo, donde nunca habían desaparecido.

Esto es lo que se sabía hasta hoy, pero parte de esta historia cambiará a partir de un reciente hallazgo paleontológico realizado en San Pedro.

El descubrimiento

Personal del Museo Paleontológico de San Pedro ha realizado un descubrimiento que cambiará la historia evolutiva de estos animales: se acaban de hallar molares de un caballo fósil del género Equus en sedimentos depositados hace unos 500.000 años, a comienzos de la llamada Edad Bonaerense, que son 400.000 años más antiguos que los ejemplares de ese género conocidos hasta hoy en la región pampeana. Esto obliga a replantear los estudios sobre estos animales, ya que demuestra que en realidad arribaron a esta zona de Argentina muchos miles de años antes de lo que se suponía.

Al mismo tiempo, el fósil de San Pedro pasa a ser, según la opinión del Dr. Eduardo Tonni, paleontólogo del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, el ejemplar del género Equus más antiguo de Sudamérica debido a que su procedencia estratigráfica está bien clara y su edad puede ser determinada con bastante exactitud. Algo que no sucede con otros fósiles hallados anteriormente en Tarija, Bolivia, cuya capa de procedencia es dudosa y, por lo tanto, su antigüedad es discutible.

Las piezas encontradas son dos molares, lado izquierdo y derecho, de la mandíbula inferior de un caballo del cual se desconoce si corresponde a alguna de las especies conocidas o es, por su antigüedad, una totalmente nueva. A opinión del director del Museo Paleontológico de San Pedro, José Luis Aguilar, esto podría ser posible ya que “a este ejemplar lo separa una gran brecha temporal de los demás fósiles del género Equus conocidos.”

La identificación del fósil

El equipo del Museo Paleontológico de San Pedro no tardó en identificar los molares hallados como pertenecientes al género Equus. Sin embargo, a sabiendas de la importancia paleontológica que cobraría el hallazgo, decidieron consultar las opiniones de especialistas en esta clase de mamíferos.

Las conexiones efectuadas desde el Museo de San Pedro llevaron a entablar relación con los máximos estudiosos de los caballos fósiles sudamericanos. Por un lado, con el Dr. José Luis Prado, paleontólogo que se desempeña como decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad del Centro, en Olavarría, y por otro con el Dr. Eduardo Tonni, jefe de equipo del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, experto conocedor de la fauna fósil de la llanura pampeana y asesor permanente del Museo Paleontológico de San Pedro.

Los dos científicos confirmaron que las piezas dentales correspondieron, efectivamente, a un ejemplar del género Equus, que, para las especies sudamericanas, se incluyen en un subgénero al que se denomina Amerhippus (caballo de América).

Sin embargo, no disimularon su asombro cuando desde el Museo Paleontológico de San Pedro se les comentó acerca de la antigüedad del sedimento donde fueron halladas, que rondaría los 500.000 años.

La historia evolutiva de estos caballos, sus cambios morfológicos a lo largo del tiempo y los movimientos que realizaron en el continente sudamericano están documentados a través de numerosos fósiles hallados en diferentes lugares.

Un hallazgo como éste viene a cambiar gran parte de los conocimientos adquiridos hasta hoy sobre un animal tan relacionado con el hombre.

Determinando la antigüedad del material descubierto

Para calcular la edad del sedimento portador del fósil, el personal del Museo de San Pedro se valió de un descubrimiento anterior realizado en el mismo lugar. En ese sitio aparecieron, hace un tiempo, restos de dos tipos de ciervos extinguidos que coexistieron únicamente durante la edad Bonaerense. Estos ciervos, que se incluyen en los géneros denominados Antifer y Morenelaphus, cohabitaron la región pampeana únicamente durante el mencionado lapso de tiempo. Por lo tanto, al confirmarse que se trataba de estos animales quedó inmediatamente definida la antigüedad de los molares del caballo fósil hallados en San Pedro, ya que se encontraron a escasos metros y en la misma capa de suelo que los restos de ciervos, es decir, en la correspondiente a los comienzos de la edad Bonaerense.

En la identificación de los restos de los ciervos fósiles participó la Lic. Alejandra Alcaráz, única especialista en el país que se halla efectuando una revisión completa de este tipo de mamíferos.

Importancia del descubrimiento

Los restos de caballos fósiles sudamericanos del género Equus conocidos hasta ahora, en esta región del país, provienen, en su mayoría, de la edad Lujanense, que transcurrió desde unos 130.000 años hasta unos 8.000 años atrás. Es decir que, de acuerdo a este registro, estos caballos habían llegado a esta zona durante ese lapso de tiempo.

Los molares descubiertos por el Museo Paleontológico de San Pedro vienen a cambiar radicalmente esta historia, ya que se hallaron en un sedimento muchísimo más antiguo, que se formó hace unos 500.000 años durante la edad Bonaerense y abren la posibilidad de encontrarnos ante el descubrimiento de una nueva especie.

Tanta diferencia entre lo conocido hasta hoy y lo descubierto ahora en San Pedro obliga a los especialistas abocados al estudio de los caballos fósiles a efectuar una revisión de su ingreso a América del Sur y replantear la diversidad de especies dentro del género Equus.

Lugar del hallazgo

Los molares fueron recuperados en una capa de color verde grisáceo que conforma el piso de la Reserva Paleontológica “Campo Spósito”, en el Bajo del Tala, partido de San Pedro.

En este lugar, declarado de Interés Municipal y protegido como yacimiento paleontológico, ya se han recuperado unos diez géneros de mamíferos fósiles que habitaron durante los comienzos de la edad Bonaerense. Los restos de estos fósiles se hallaron en una capa de sedimentos de color verdoso que se formó hace medio millón de años y fue el lecho de un antiguo río hasta que, hace un tiempo, unas excavadoras que trabajaban allí retiraron, sin saberlo, los sedimentos que lo cubrían. Más tarde, los ojos del personal del Museo Paleontológico dieron con un fantástico depósito de piezas fósiles. Este lugar es, sin dudas, una verdadera caja de sorpresas.

En este caso, la erosión producida por las lluvias dejó expuesto un molar que se confundía con las rocas del lugar. En recorrida por el sitio, propiedad de la firma arenera Spósito S.A., se detectó la pieza y comenzaron los trabajos.

A poco de iniciada la excavación en el sitio apareció la segunda pieza dental del caballo fósil.

Los trabajos en el punto del hallazgo continuarán en los próximos días en busca de más piezas del ejemplar que sumen datos a la investigación con el fin de determinar si se trata de una especie desconocida.

Un calentamiento global ocurrido hace medio millón de años

Por Dr. Ricardo Pasquali

Universidad de Buenos Aires

Colaborador del Museo Paleontológico de San Pedro

La capa de sedimentos verdosos en la que se hallaron las muelas del caballo, además de otros numerosos restos fósiles, forman parte de lo que Florentino Ameghino denominó “belgranense continental”. Los sedimentos que lo componen son de origen lagunar y se observan a lo largo de las barrancas del Paraná. Esta capa se formó a partir de un avance de las aguas sobre las zonas continentales como consecuencia de un calentamiento global que ocurrió hace unos 500.000 años, en el inicio de la edad Bonaerense.

Más al sur, también como consecuencia del aumento del nivel del mar, se produjo el avance de aguas oceánicas, las que, al retirarse en épocas menos cálidas, dejaron un depósito con abundantes caparazones de caracoles marinos Este depósito había sido descrito por primera vez en 1857 por el ingeniero en minas francés Auguste Bravard después de haber realizado un estudio sobre una pequeña loma ubicada en el actual barrio de Belgrano de la ciudad de Buenos Aires, donde afloraba con un espesor de 6 metros. Ameghino denominó a esta capa “belgranense marino”.

En San Pedro y sus alrededores, esta capa verdosa es un rico yacimiento paleontológico y, además, gracias a su color distinto al de los demás sedimentos que se observan en el lugar, permite identificar rápidamente a las capas depositadas durante la finalización de la edad Ensenadense, que se encuentran debajo, y el comienzo de la edad Bonaerense, que se encuentra por encima.

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